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El mundo de los aztecas (página 2)



Partes: 1, 2

Gracias a la entrega total a su trabajo y al celo por
proteger sus manuscritos de la destrucción del tiempo y
los humanos, hoy, en el siglo XXI, conocemos los materiales de
sus informantes indígenas. Mismos que fueron traducidos
por otro insigne sacerdote, Ángel María Garibay K.
Alumnos de este penetraron también al mundo antiguo
aportando mayores conocimientos sobre la filosofía, el
arte, la educación y otros muchos aspectos de la vida que
llevaron a los antiguos mexicanos. Talentos como Miguel
León Portilla, Alfredo López Austin y numerosos
investigadores del Seminario de Cultura Náhuatl de la
UNAM, han contribuido a incrementar la sabiduría de un
mundo que pudo haberse perdido con el tiempo; sin embargo, en
México, antes y ahora, se ha trabajado lo suficiente para
rescatar los valores que merecen permanencia.

Doy como ejemplo la versión española sobre
las exhortaciones del padre a sus hijos para tener buen
comportamiento, y que forman los capítulos diecisiete y
dieciocho del libro VI del Códice Florentino, que
sirvieron para la elaboración del texto definitivo que
aparece en la edición revisada por Ángel
María Garibay K., de la Historia general de las cosas
de la Nueva España
del ilustre Fray Bernardino de
Sahagún (Díaz, 2002).

Estos consejos relatados por los informantes de
Tlatelolco y de México, tienen todo el estilo de los
discursos prehispánicos, reiterativos en su secuencia y
profundos en sus conceptos, a lo largo de este trabajo nos
estaremos refiriendo a ellos de forma constante.

Hijos míos, escuchad lo que os quiero decid,
porque yo soy vuestro padre, y tengo cuidado y rijo esta
provincia, ciudad o pueblo, por la voluntad de los dioses; y
aunque lo que hago, lo hago con muchas faltas y defectos delante
de Dios y de los hombres que miran; tú que estas presente,
que eres el primogénito y el mayor de tus hermanos; y
tú que también estás presente que eres el
segundo, y tú que eres el tercero, y tú que estas
allá a la postre, que eres el menor; sabed que estoy
triste y afligido, porque pienso que algunos de vosotros ha de
salir inútil y para poco, y alguno ha de salir con poca
habilidad y que no sepa hablar, y que ninguno de nosotros ha ser
hombre y ha de servir a Dios; no se si alguno de nosotros ha de
salir hábil, y de merecer la habilidad y el
señorío que yo tengo, o por ventura ninguno de
vosotros lo será, por ventura en mí se ha de acabar
este oficio, o esta dignidad que yo tengo.

Por ventura nuestro señor ha determinado que
esta casa en que vivo, la cual edifiqué con muchos
trabajos, se caiga por tierra y sea como muladar y lugar de
estiércol, y que mi memoria se pierda y no haya quien se
acuerde de mi nombre, ni haya quien haga memoria de mí
sino que en muriendo me olviden todos.

Oíd, pues, ahora, que os quiero decir
cómo os sepáis valer en este mundo; como os
habéis de llegar a Dios, para que os haga mereced y para
esto os digo que los que lloran y se afligen y suspiran, y oran y
contemplan, y de los que de voluntad con Todo el corazón
velan de noche y de madrugan de mañana, a barrer las
calles y caminos y limpiar las casas, y componer los petates e
yepales, y aderezar los lugares donde Dios es servido con
sacrificios y ofrendas; y aquellos que tienen cuidado luego de
mañana de ofrecer incienso a Dios; los que hacen esto se
entraran a la presencia de Dios, y se hacen sus amigos y reciben
de él mercedes, y les abre sus entrañas para darles
riquezas y dignidades y prosperidades, como es que sean varones
esforzados para la guerra.

En estos ejercicios y en estas obras conoce Dios
quienes son sus amigos y quienes oran con devoción, y les
pone en las manos oficios y dignidades de la milicia, para
derramar sangre en la guerra, o de la judicatura, donde se dan
las sentencias: donde se hacen madres y padres del Sol, para que
ellos le den a comer y a beber, no solamente al sol, que
está encima de nosotros, sino también a los dioses
del infierno, que están debajo de nosotros, y que estos
tales son reverenciados de los soldados y gente de la guerra;
todos los tienen por madres y padres, y todo porque tubo por bien
nuestro señor Dios hacerles esta merced, y no por sus
merecimientos, o los da habilidad para merecer la silla y estrado
del señorío, y regimiento del pueblo o provincia, y
pone en sus manos el cargo de regir o gobernar la gente con
justicia y rectitud, y los pone al lado del Dios del Fuego, que
es padre de todos los dioses, que reside en la alberca del agua y
reside entre las flores, que son las paredes almendradas,
envueltos entre una nube de agua, este es el antiguo dios que se
llama Ayamictlan y Xiuhtecutli; o por ventura los hace
señores que se llaman Tlacatecutli y Tlacochtecutli; o los
pone en alguna dignidad alguna más baja, según que
está la orden de la república, en diverso grado les
da alguna dignidad para que sean honrados y acatados; o les da a
merecer alguna cosa preciosa entre los senadores o
señores, como es el oficio que ahora yo tengo y uso, como
soñado y sin merecimiento mío, no mirando nuestro
señor cuan poco yo merezco. No tengo esta dignidad de
mío, ni por mis reconocimientos ni por mi querer; nunca lo
dije, quiero ser esto, quiero tener esta dignidad, sino que lo
quiso así nuestro señor y esta misericordia que se
ha hecho con migo, que todo es suyo, y todo lo da nuestro
señor y todo viene a su mano, porque ninguno conviene que
diga, quiero ser esto, o quiero tener esta dignidad, porque
ninguno escoge la dignidad que quiere; sólo Dios da lo que
quiere, a quien quiere, y no tiene necesidad e consejo de nadie
sino sólo su querer.

Oíd otra tristeza y angustian mía, que
me aflige a la media noche, cuando me levanto a orar y hacer
penitencia: mi corazón piensa diversas cosas y anda
subiendo y descendiendo, como quien sube a los montes y baja a
los a valles, que ninguno de vosotros me dais contento, ninguno
de vosotros me satisface.

Tú N., que eres el segundo, y tú N.
que eres el tercero, no parece en voz ninguna cosa de cordura, no
tenéis cuidado de ser hombres, sino que parece que por ser
menores y porque Dios os hizo el segundo y tercero, no
tenéis cuidado de vosotros mismos.

¿Qué ha de ser de vosotros en este
mundo? Mirad que descendéis de parientes generosos y
señores; mirad de no descendéis de hortelanos o
leñadores. ¿Qué ha de ser de vosotros,
queréis ser mercaderes que traen de la mano un
báculo y a cuestas su carga? ¿Queréis ser
hortelanos o leñadores?

Quiero os decir lo que habéis de hacer;
oírlo y notadlo: tened cuidado del areito, y del atabal, y
de las sonajas, y de cantar; con esto despertareis a la gente
popular y daréis placer a nuestro señor Dios, que
está en todo lugar; con esto le solicitareis para que nos
haga mercedes, y procurar saber algún oficio honroso, como
es el de hacer obras de pluma y otros oficios mecánicos,
también porque estas cosas son para ganar de comer en
tiempo de necesidad, mayormente que tengáis cuidado de las
cosas de la agricultura porque estas cosas la tierra las
cría, no demandan que les den de comer o beber, que la
tierra tiene este cuidado de cuidarlas.

Todas estas cosas procuraron de saber y hacer
nuestros antepasados, porque aunque eran hidalgos y nobles,
siempre tuvieron cuidado de que sus tierras y heredades fuesen
labradas y cultivadas, y nos dejaron dicho que de esa manera
hicieron nuestros antepasados, porque si solamente tuvieres
cuidado de tu hidalguía y de tu nobleza, y no quisieres
entender en las cosas ya dichas especialmente de las de
agricultura, ¿Con qué mantendréis a los de
tu casa? ¿Y con qué te mantendréis a ti
mismo?

En ninguna parte he visto que alguno se mantenga por
su hidalguía o nobleza, tan solamente; conviene que
tengáis cuidado de las cosas necesarias a nuestro cuerpo,
que son las cosas de los mantenimientos, porque este es el
fundamento de nuestro vivir, y nos tiene (en sus)
palmas.

No sin mucha razón se llama Tonacayo
Tomío, quiere decir nuestra carne y nuestros huesos,
porque con ella vivimos y nos esforzamos, y andamos y trabajamos:
esto nos da alegría y regocijo, porque los mantenimientos
de nuestro cuerpo hacen a los señores, y a los que tienen
cuidado de la milicia.

No hay en el mundo ningún hombre que no tenga
necesidad de comer o beber, porque tuene estómago y
tripas; no hay ningún señor ni senador que no coma
y beba, no hay en el mundo soldados y peleadores que no tengan
necesidad de llevar su mochila.

Los mantenimientos del cuerpo tienen en peso a
cuantos viven, y dan vida a todo el mundo, y con esto está
poblado el mundo todo. Los mantenimientos corporales son la
esperanza de todos los que viven para vivir.

Mirad hijos que tengáis cuidado de sembrar
los maizales y de plantar magueyes y tunas, y frutales, porque
según lo que dijeron los viejos, la fruta es regocijo de
los niños, regocija y mata la sed de los niños. Y
tú muchacho, ¿No deseas fruta? ¿Dónde
ha de haber si no la plantares y criares en tus
heredades?

Notad ahora, pues, hijos, del fin de mi
plática, y escribidlo en vuestra memoria y en vuestro
corazón. Muchas cosas había que decir, más
sería nunca acabar; solas dos palabras quiero decir, que
son muy dignas de notar que los viejos nos las dejaron dichas y
encomendadas.

Lo uno es que tengáis gran cuidado de
hacernos amigos de Dios, que está en todas partes y es
invisible e impalpable, Y(a) él conviene darle todo el
corazón y todo el cuerpo, y mirad que no os
desviéis de este camino; mirad que no presumáis;
mirad que no os altivezcáis en nuestro corazón,
sino que seáis humildes en vuestro corazón y
tengáis esperanzas en Dios, porque si os faltare esto,
enojarse ha contra nosotros porque ve todas las cosas secretas, y
os castigara como a él le pareciese y como
quisiere.

Lo segundo que habéis de notar es que
tengáis paz con todos, con ninguno os desvergoncéis
y a ninguno desacatéis; respetad a todos, tened
acatamiento a todos, no os atreváis a nadie, por ninguna
cosa afrentéis a ninguno, no deis a entender a nadie todo
lo que sabéis; humillaos a todos aunque digan de vosotros
lo que quisieren; callad aunque os abatan cuanto quisieren no
respondáis, mirad que no seáis como culebra,
descomedidos, con nadie, no arrematéis a nadie, no so
atreváis a nadie; sed sufridos y reportados, que bien os
dios ve y responderá por vosotros, y él os
vengará; sed humildes con todos, y con esto os hará
mereced y os dará honra.

Lo tercero que debéis de notar es que no
perdáis el tiempo que Dios os da en este mundo; no
perdáis día, ni noche, porque nos es muy
necesarios, bien así como el mantenimiento para el cuerpo;
en todo tiempo suspirad y orad a Dios, demandar a Dios lo que
habéis menester; ocupaos en cosas provechosas todos los
días y todas las noches, no os defraudéis el
tiempo, no lo perdáis.

Básteos esto, y con esto hago mi deber. Por
ventura se os olvidará se os perderá, o lo
gastáis de balde, Haced como os parecieres: Yo he hecho lo
que debía.

¿Cuál de vosotros lo tomará
para sí? ¿Por ventura tú que eres el mayor y
el primogénito, o tú que eres el segundo o el
tercero, o por ventura tú que eres el menor de todos,
serás divino y entenderás los pensamientos de los
otros, y serás como quien ve de lejos las cosas, y las
entiende y las guarda y escribe en su corazón sin decirlas
a nadie? Cualquiera de vosotros que esto hiciere, hará
gran bien para sí y vivirá sobre la tierra luengo
tiempo"

Tú, hija mía, preciosa como cuenta de
oro y como pluma rica, salida de mis entrañas, a quien yo
engendré y que eres mi sangre y mi imagen, que está
aquí presente, oye con atención lo que te quiero
decir, porque ya tenéis edad de discreción: Dios
creador te ha dado uso de razón y habilidad de entender,
el cual está en tu lugar y es criador de todos; y pues que
es así que ya entiendes, y tienen uso de razón para
saber como son las cosas del mundo y que en este mundo no hay
verdadero placer, ni verdadero descanso, más antes hay
trabajos y aflicciones y cansancios extremados, y abundancia de
miseria y pobreza.

¡Oh!, hija mía, que este mundo es de
llorar y aflicciones, y de descontentos, donde hay fríos y
destemplanzas de aire, y grandes calores del sol, que nos aflige,
y es lugar de hambre y de sed. Esto es muy gran verdad y por
experiencia lo sabemos.

Nota bien lo que te digo, hija mía, que este
mundo es malo y penoso, donde no hay placeres sino descontentos.
Hay un refrán que dice que no hay placer sin que
esté justo con mucha tristeza; que no hay descanso, que no
este junto con mucha aflicción, acá en este mundo;
este es dicho de los antiguos, que nos dejaron para que nadie se
aflija con demasiados lloros y con demasiada
tristeza.

Nuestro señor nos dio la risa, el
sueño, el comer y el beber con que nos criamos y vivimos,
diónos también el oficio de la generación,
con que nos multiplicamos en el mundo; todas estas cosa dan
algún contento a nuestra vida por algún espacio;
para que nos aflijamos, continuos lloros y tristezas; y aunque
esto es así, y esté es el estilo del mundo, y
están algunos placeres mezclados con muchas fatigas, no se
hecha de ver ni aún se teme, ni aún se llora,
porque vivimos en este mundo, y hay reinos y
señoríos, y dignidades y oficios de honra, unos
cerca de los señoríos y reinos, otros cerca de la
casa de la milicia.

Esto que está dicho es muy gran verdad que
pasa así en el mundo, más nadie lo considera, nadie
piensa en la muerte, solamente se considera lo presente, que es
el ganar de comer y beber y buscar la vida, edificar casas y
trabajar para vivir, y buscar mujeres para casarse; y las mujeres
cásense pasando del estado de la mocedad, al estado de los
casados; esto, hija mía, es así como he
dicho.

Es menester que sepas como has de vivir, y
cómo has de andar tu camino, porque el camino de este
mundo es muy dificultoso, y mira hija mía, palomita
mía, que el camino de este mundo no es poco dificultoso,
sino es espantablemente dificultoso.

Ten entendido, hija mía primogénita,
que vienes de gente noble, de hidalgos y generosos; eres de
sangre de señores y senadores que haya muchos años
que murieron, y reinaron y poseyeron el trono y estrado del
reino, y dejaron fama y honra a las dignidades que tuvieron y
agradecieron su nobleza; nota, hija mía, quiérote
declarar lo que digo:

Sábete que eres noble y generosa,
considérate y conócete como tal; aunque eres
doncellita eres preciosa como una chalchihuite y como un zafiro,
y fuiste labrada y esculpida de noble sangre, de generosos
parientes; vienes de parientes muy principales e ilustres, y esto
que te digo, hija mía, bien lo entiendes, porque ya no
andas amontonando la tierra y bordando con las tejuelas y con la
tierra con otras niñas, que ya entiendes y tienes
discreción y usas la razón; mira que no te
deshonres a ti misma, mira que no te avergüences a ti misma,
mira que no deshonres y avergüences a nuestros antepasados,
señores y senadores; mira que no hagas alguna vileza, mira
que no te hagas persona vil, pues que eres noble y
generosa.

Ve aquí la regla que has de guardar para
vivir bien en este mundo, entre la gente que en él vive,
mira que eres mujer, nota lo que has de hacer de noche y de
día, debes orar muchas veces y suspirar al Dios invisible
e implacable, que se llama Yoalli Echécatl;
demándale con clamores y puesta en cruz en el secreto de
tu cama y de tu recogimiento; mira que no seas dormidora,
despierta y levántate a la media noche, y póstrate
de rodillas y de codos delante de él, inclínate y
cruza los brazos, llama con clamores de nuestro corazón a
tu señor Dios, invisible e impalpable, porque de noche se
regocija con los que le llaman; entonces te oirá, entonces
hará misericordia contigo, entonces te dará lo que
te conviene y aquello de que fueras digna.

Y si por ventura antes del principio del mundo te
fuera dada alguna siniestra ventura, algún hado contrario
en que naciste, orando y haciendo penitencia como está
dicho se mejorará y nuestro señor Dios lo
abandonará.

Mira, hija, que de noche te levantes y veles, y te
pongas en cruz; hecha de ti de presto la ropa, lávate la
cara, lávate las manos, lávate la boca, toma de
presto la escoba para barre, barre con diligencia, no te
estés perezosa en la cama; levántate a lavar las
bocas a los dioses y a ofrecerles incienso, y mira no dejes esto
por pereza, que con estas cosas demandamos a Dios y clamamos a
Dios, para que nos de lo que cumple.

Hecho esto comienza luego a hacer lo que es de tu
oficio, a hacer cacao, o moler el maíz, o a hilar, o a
tejer; mira que aprendas muy bien como se hace la comida y la
bebida, que se llama comer y beber delicado para los
señores, y a sólo ellos se da y por esto se llama
tetonal tlatocatlacualli tlatocaatl, que quiere decir comida y
bebida delicada que sólo a los señores y generosos
les conviene; y mira que con mucha diligencia y con toda
curiosidad y aviso aprendas como se hace esta comida y bebida,
que por esta vía serás horrada y amada y
enriquecida, dondequiera que Dios te diera la suerte de tu
casamiento.

Y si por ventura vinieres a necesidad de pobreza
mira, aprende muy bien y con gran advertencia el oficio de la
mujeres, que es hilar y tejer, abre bien los ojos para ver como
hacen delicada manera de tejer y de labrar, y de hacer las
pinturas en las telas, y de cómo se ponen las cañas
de entre una tela y la otra, para que pase por en medio la
lanzadera.

Mira que seas en esto muy avisada y muy diligente;
mira que no dejes de saber esto por negligencia o por pereza,
porque ahora que eres mozuela tienes buen tiempo para entender en
esto, porque tu corazón está simple y hábil
y es como chalchihute fino y como zafiro, y tiene habilidad
porque aún no esta amancillado de algún pecado;
está puro y simple y limpio, sin mezcla de alguna mala
aflicción y también porque aún vivimos los
que te engendramos, porque tú ni te hiciste a ti, ni te
formaste, yo y tu madre tuvimos este cuidado y te hicimos, porque
esta es la costumbre del mundo, no es invención de alguno,
es ordenación de Dios nuestro señor que haya
generación por vía de hombre y de mujer, para hacer
multiplicación y generación.

Y entre tanto que somos y vivimos, y en nuestra
presencia y antes que muramos, antes que nos llame nuestro
señor, convienen mucho, hija mía muy amada, mi
paloma, mi primogénita, que entiendas en estas cosas
dichas y las entiendas muy bien, para que después de
nuestra muerte puedas vivir honrada y entre personas honradas,
porque andar a coger hiervas y a vender leña, o a vender
ají verde, o sal o salitre en los cantones de las calles,
esto en ninguna manera te conviene, porque eres generosa y
desciendes de gente noble e hidalga.

Por ventura acontecerá lo que no pensamos y
lo que nadie piensa, que alguno se aficionará a ti y te
demandará, y si no estas experta en las cosas de tu oficio
mujeril, ¿Qué será entonces? ¿No nos
dará con ello en la cara, y nos zaheriran, que no te
enseñamos lo que era menester que
supieses?

Y si por ventura entonces ya fuéramos
muertos, yo y tu madre, murmuraran de nosotros porque no te
enseñamos cuando vivíamos, y dirán: mal
siglo haya, porque no enseñaron a su hija; y tú
provocarás contra ti riñas y maldiciones, tú
serás causa de tu mal.

Y si ya fueres diestra, en lo que has de hacer, no
habrá ocasión entonces de que nadie te riña,
no tendrá lugar entonces la represión, entonces con
razón serás loada y honrada, y tendrás
presunción y te estimarás, como si estuvieses en
los estrados de los que por sus hazañas en guerra
merecieron honra; presumirás de la rodela, como los buenos
soldados; y si por ventura ya fueses diestra en tu oficio como el
soldado en el ejercicio de la guerra, entonces, donde estuvieres,
acordase han de nosotros y nos alabarán y honrarán
por su causa; y si por ventura no hicieres nada bien de lo que
has de hacer, maltratarte han, pelearte han, y por ti se
dirá que con dificultad te lavarás, o que no
tendrás tiempo para rascarte la cabeza.

De estas dos cosas sólo Dios sabe cual te ha
de caber, y por cual de ellas te tiene, y que siendo diligente y
sabia en tu oficio seas amada y tenida, o que siendo perezosa,
negligente y boba, seas mal tratada y aborrecida.

Mira, hija mía, que notes muy bien lo que
ahora te quiero decir, mira que no deshonres a tus padres, ni
siembres estiércol y polvo encima de tus pinturas, que
significan las buenas obras y fama; mira que no los infames; mira
que no te des al deleite carnal; mira que no te lances sobre el
estiércol y hediondez de la lujuria; y si has de venir a
esto, más valdía que te murieras
luego.

Mira, hija mía, que muy poco a poco vayas
aprovechando en las cosas que te tengo dichas, porque si
pluguiere a nuestro señor que si alguno te quiere y te
pida, no le deseches, no menosprecies la voluntad de nuestro
señor porque el lo envía, recíbele,
tómale, no te escudes, no deseches ni menosprecies, no
esperes a tres veces que te lo digan, no te hurtes, no te
escabullas burlando.

Aunque eres nuestra hija, aunque bienes de parientes
nobles y generosos, no te jactes de ello porque ofenderás
a nuestro señor, y apedrearte han con piedras de
estiércol y de suciedad; quiero decir que permitirá
que caigas en vergüenza y confusión por tu mala vida,
y también se burlará de ti, y dirán ya
quiere, ya no quiere; mira que no escojas entre los hombres el
que mejor te parezca, como hacen los que van a comprar las telas
al tianguis o al mercado; recibe al que te demanda, y mira que no
hagas como hacen cuando se crían las mazorcas verdes, que
son xilotes o elotes, que se buscan las mejores y más
sabrosas; mira que no desees a un hombre por ser mejor dispuesto,
mira que no te enamores de él
apasionadamente.

Si fuere bien dispuesto el que demandare,
recíbele; y si fuere mal dispuesto y feo, no le deseches;
toma aquel porque lo envía Dios y si no le quisieres
recibir, él burlará de ti, deshonrarte ha,
trabajando a ver tu cuerpo por mala vía; y después
te apregonará por mala mujer.

Mira, hija, que te esfuerces, y mira muy bien quien
es tu enemigo, mira que nadie burle de ti, mira que no te des a
quien no conoces, que es como viandante que anda que anda
bellaqueando y es bellaco; mira hija que no te juntes con otro,
sino con sólo aquel que te demandó; persevera con
él hasta que muera; no le dejes aunque él te quiera
dejar, aunque sea pobrecito labrador, u oficial, o algún
nombre común de bajo linaje, aunque no tenga que comer no
lo menosprecies, no le dejes, porque poderoso es nuestro
señor de proveeros y honraros, porque es sabedor de todas
las cosas y hace mercedes a quien quiere.

Esto he dicho, hija mía, te doy para tu
doctrina, para que te sepas valer; y con esto hago con tigo lo
que debo delante de Dios, y si lo perdieres y lo olvidares, sea a
tu cargo, que yo ya hice mi deber. ¡Oh hija mía muy
amada, primogénita palomita, seas bien aventurada y
nuestro señor te tenga en su paz y reposo!

La mística
de un pueblo

Cuando los mexicas, de lengua náhuatl, cayeron
bajo la victoria de los españoles conquistadores, eran un
pueblo de apenas 200 años, tan joven que puede
parangonarse con un adolescente. Tenía cualidades y
defectos de una persona en proceso de maduración, en busca
de identidad, y en ese subconsciente colectivo había el
deseo de superar uno a uno sus conflictos infantiles.

El primero fue el de la pobreza y de los peligros del
habita en que nacieron…

En el lugar nombrado Chicomoztoc, allí en los
agujeros, en los siete lugares de peñasco y cuevas es un
lugar mucho muy terrible el lugar Chicomoztoc, pues no pocas
cosas se guardan allí, allí donde estuvieron:
fieras, lobos, ocelotes, grandes felinos, serpientes, serpientes
amarillas, y otras muchas más variedades desconocidas de
fieras pues todo guarda allí las siete cuevas

(Muñoz, 1965).

De aquel lugar terrible como lo llaman el texto y
según dice el número de diez mil entre hombres,
mujeres y niños, vinieron a salir los ancestros de los
antiguos mexicanos
(Castillo, 1972)

Inicia una larga peregrinación con la idea
definida de sus dirigentes de encontrar un lugar escogido por los
dioses para cumplir su glorioso destino; una fuerza, parte
mística y mesiánica o realista, los impulsaba a
seguir, como lo relata Alvarado Tezozomoc.

En las partes que llegaban, si les parecía
tierra fértil, abundosa de montes y aguas, hacían
asiento cuarenta años y en parte treinta, otras veinte o
diez y en otras tres o dos y un año, hasta en tanta
disminución, que hasta en veinte días luego
levantaban el zarco por mandato de su Dios Huitzilopochtli, y les
hablaba y ellos respondían y luego a su mandato les
decía "adelante mexicanos que ya vamos llegando"

(Alvarado, 1944).

Esta larga y penosa peregrinación en
búsqueda de ubicación y en pos de un destino aviva
la angustia y acrecienta la fatiga. Solo porque ese pueblo era
eminentemente religioso, tuvo la certeza de que su caminar no
sería inútil.[1] Para aquellos que
nacían en el camino imprimieron la Tierra de la
Peregrinación, a fin de que los nuevos rostros conocieran
su lugar de Origen y las muchas huellas que recorrieron distintos
caminos. Se les dio el paso constante, la voluntad de andar y la
fe en Huitzilopochtli que los conducía hacia su destino.
Más no obstante la fuerza espiritual que los movilizaba,
psicológicamente este pueblo en continuo desplazarse
sufrió de la falta de arraigo a una tierra, la
incertidumbre de viajar hacia lo desconocido, padeció
hambre y fatiga. Y aún cuando superaron los temores,
quedaron en su memoria todas aquellas aflicciones.

¿Acaso fue también su amor fraternal lo
que los hizo seguir a las otras tribus nahualtecas que
años atrás se habían asentado en el
altiplano central? Al primer encuentro no se dio ese
fraternalismo buscado, hubo rechazo, y por ganar su amistad y un
lugar donde vivir, suplicaron, ofrecieron su fuerza de trabajo,
negociaron políticamente, efectuaron lazos matrimoniales o
tomaron las armas.

Fueron años difíciles para los
mexicas.

Ciertamente andaban sin rumbo, vinieron a ser los
últimos.

Al venir

Cuando fueron siguiendo su camino,

Ya no fueron recibidos en ninguna
parte.

Por todas partes les decían:

¿Quién sois vosotros?

¿De dónde
venís?

Así, en ninguna parte pudieron
establecerse.

Sólo eran arrojados, por todas partes eran
perseguidos.
(León, 1961).

En mucho afecta el rechazo a la personalidad de un
individuo o de un pueblo. Se crean así los estadios de la
desconfianza, la inseguridad, el miedo y el rencor. Sin embargo,
motivados por su mística, superaron todos los infortunios,
hicieron grandes esfuerzos por mantener, durante la
peregrinación, una economía autosuficiente como lo
relata Chimalpain (Chimalpain, 1961).

Vinieron comiendo maíz de su propio itacate;
vinieron haciéndose ellos mismos sus propias flechas, sus
arcos, con los cuales van sirviéndose de lo suyo; con sus
aljabas van viniendo, con sus capas de piel van viniendo;
sólo sus redes van tendiendo y de sus arcos van
sirviéndose, por lo que se hacen nombrar teochichimecas,
chichimecas verdaderos; y sus sustento maíz,, chile,
jitomate, calabaza, igualmente lo van tomando, también de
su itacate que van habiéndose los mexitin aztecas

(Chimalpaim, 1961).

Después de ser enviados por los culhuacanos a la
región de Atizapán, peligrosa e infectada de
serpientes ponzoñosas para que fueran por ellas
exterminados, tuvieron que incrementar su tolerancia, su
capacidad para soportar y aun agudizar su tolerancia:

Los aztecas mucho se alegraron;

Cuando vieron serpientes,

A todas las asaron,

Las asaron para comérselas, se las comieron
los aztecas.
(León 1961).

Merecían ser entonces llamados mozcoliani,
mixtlapaliani, que significa: "aprovechado, crecido, osado o
atrevido".

Para ellos el contacto con otros pueblos fue motivo de
aprendizaje, de educación. Supieron tomar los avances
tecnológicos logrados por los otros, a fin de superar su
propia situación, especialmente de los habitantes de
Culhuacan, herederos de los toltecas, aprendieron muchas cosas de
importancia, y en Atlacuihuayan conocieron la manufactura de
atlat o lanza dardos y sobre todo la invención de
la sementera acuática chimitl elemento para
construcción de las chinampas, con las cuales pudieron
ganarle terreno al agua y tener fértiles cultivos. Con
forme fueron adquiriendo seguridad en los aspectos
técnicos que los hicieron más autosuficientes, los
complejos de inferioridad, creados por los rechazos
experimentados, se fueron convirtiendo en un deseo vehemente de
superación y poder. Aumentada su confianza se sintieron
más capaces de cumplir su destino, de formar un
imperio.

Parece que en 1325 había llegado el momento
culminante de la peregrinación, justo ahí, en un
islote abrupto, lleno de cañaverales:

Llegaron entonces allá donde se yergue el
nopal,

Cerca de las piedras vieron con
alegría

Como se erguía un águila sobre el
nopal.

Cuando el águila vio a los
aztecas,

Inclinó su cabeza. (Tezozomoc,
1961).

En el fondo de aquellas aguas cristalinas, los
sacerdotes encontraron la razón mística para
detenerse. Su pájaro guía guardó silencio y
un pueblo agradecido, con intenso fervor religioso, beso la
tierra.

El largo proceso de búsqueda tenía ahora
sentido. Las expectativas habían girado alrededor del
momento en que Huitzilopochtli, su Dios tutelar, les diera
generosamente su propia tierra. Al mismo tiempo los sacerdotes
concientizaban que ese lugar era punto estratégico,
colindancia de los señores de Atzcapotzalco, Texcoco y
Culhuacan (Durán, 1951).

"Vinieron a conocimiento (los de la ribera) de que
en medio de esta agua había algunas gentes pobladas;
aunque deseaban saber quienes fuesen, no se atrevían por
estar en medio de las agua (que entonces era una laguna dulce y
muy onda) y por no atreverse a entrar en ella y por no saber modo
de salir. Pero vinieron a entender que eran los mexicas los que
ahí se habían rancheado y hecho su
población; y aunque muchas veces quisieron hacerles
guerra, no osaban por la razón dicha".
(Torquemeda,
1972).

Comenzaba así la era de los aztecas con esta
sentencia:

En tanto que permanezca el mundo,

No acabará la fama y la
gloria

De México-Tenochtitlan. (Chimalpain,
1961).

Se fortaleció así su concepción
místico-guerrera:

Con nuestros dardos,

Con nuestros escudos

Está existiendo la ciudad.

Allí donde se tiñen los
dardos,

Donde se tiñen los escudos,

Están las blancas flores
perfumadas,

Las flores del corazón:

Abren sus corolas las flores del que da la vida,
cuyo perfume aspiran en el mudo de los
príncipes:

Es Tenochtitlan. (León,
1959).

Sobre la doctrina
de los mexicas

Como pueblo adolescente que cumplía una
importante labor cósmica, tenía la certeza de ser
el pueblo escogido por los dioses para conservar la
armonía universal – el ciclo perpetuo de la vida y
de la muerte- para ello tenían que hacer ofrendas a los
dioses con la sangre que fluía de sus cuerpos lacerados
con agujas de obsidiana o con la sangre del corazón de sus
cautivos.

Sobre los dioses no se tenía la idea de que eran
númenes crueles, devoradores de hombres, como lo enriende
la civilización occidental. Eran concebidos como
divinidades necesitados de sangre humana, de
corazón-emoción humana, lo que otorgaba al hombre
un lato valor. Del hombre mismo, de la energía de su
sangre dependía la vida del universo. Pero a diferencia de
los dioses, los hombres eran mortales, y era necesaria la
constante siembra de hombres sobre la tierra para garantizar por
siempre la existencia de su sangre generosamente ofrendada. Dar
la sangre era un acto de entusiasmo, de voluntad, de regocijo, de
responsabilidad con el orden universal.

Obsesionados por encontrar la verdad de todas las cosas,
también hicieron conciencia de su transitoriedad, y a
pesar de saber que ellos alimentaban la eternidad de los dioses,
se condolieron por la calidad de seres
efímeros:

No es verdad que vivimos,

No es verdad que duramos en la
tierra.

¡Yo tengo que dejar las bellas
flores,

Tengo que ir en busca del sitio del
misterio!

Pero por breve tiempo,

Hagamos nuestros los hermosos cantos. (Garibay,
1979).

Mucho elucubraron sobre el sentido de la
vida:

¿Acaso de verdad se vive en la
tierra?

No para siempre en la tierra: sólo un poco
aquí,

Aunque sea de jade se quiebra,

Aunque sea oro se rompe,

Aunque sea plumaje de quetzal se
desgarra,

No para siempre en la tierra: sólo un poco
aquí.

¿Acaso hablamos algo verdadero Aquí,
Dador de Vida?

Solo soñamos, sólo nos levantamos del
sueño,

Sólo es como un
sueño…

Nadie habla aquí la verdad…
(León, 1961).

La angustia existencial se basaba en pretender la
verdad. Toda la conducta del hombre debía de ser
verdadera. Así se aclara en el valor de la misma palabra,
como lo prueba el estudio etimológico de Miguel
León Portilla (Ibídem). "Verdad en náhuatl,
neltiliztli, es término derivado del mismo
radical que tla-nélhuatl, ¨Raíz¨,
del que a su vez directamente se deriva nelhuayotl,
cimiento, fundamento^".

Entre los nahuas, verdad, etimológicamente, era
en su firma abstracta la cualidad de estar firme, bien cimentado,
enraizado.

Por ello, las acciones del hombre deberían ser
verdaderas y las comparaban constantemente con la mentira, ya sea
en sus actos cotidianos, en la política de sus dirigentes,
en las vocaciones religiosas, guerrera o artística, en el
modo de ser y hacer.

Así describen a los sabios, a los maestros
encargados de la educación.

El sabio verdadero es cuidadoso (como un
médico)

Y guarda la tradición.

Suya es la sabiduría
trasmitida,

Él es quien enseña,

Sigue la verdad,

No deja de amonestar…
(Ibídem).

Aún en los momentos más tristes de su
historia, en el dramático encuentro de los sabios aztecas
con los conquistadores victoriosos, defendieron su
verdad:

Vosotros dijisteis

Que nosotros no conocemos

Al señor del cerca y el
junto,

Aquél de quien son los cielos y la
tierra.

Dijisteis

Que no eran verdaderos nuestros
dioses.

Nueva palabra es ésta

La que habláis,

Por ella estamos molestos.

Porque nuestros progenitores,

Los que han sido, los que han vivido sobre la
tierra

No solían hablar así.

Ellos nos dieron sus normas de vida,

Ellos tenían por verdaderos,

Daban culto,

Honraban a los dioses.

Ellos nos estuvieron
enseñando

Todas sus formas de culto,

Todos sus modos de honrar (a los
dioses).

Así ante ellos acercamos la tierra a la
boca,

(Por ellos) nos sangramos,

Cumplimos promesas,

Quemamos copal (incienso)

Y ofrecemos sacrificios.

Era doctrina de nuestros mayores

Que son los dioses por quien se
vive,

Ellos nos merecieron (con su sacrificio nos dieron
la vida)

¿En qué forma, cuándo,
dónde?

Cuando aún era de
noche…

Nosotros sabemos

A quien se debe la vida,

A quien se debe el nacer,

A quien se debe el ser engendrado,

A quien se debe el crecer,

Como hay que invocar,

Como hay que rogar… (León,
1970).

En base al sacrificio se crearon las leyes de los
merecimientos. Para merecer los dioses a los hombres, se
inmolaron en la hoguera. Del holocausto divino fueron creadas
todas las cosas. No hubo orgullo en los hombres por ser los
machehualli, "los merecidos". Hubo respuesta similar,
supieron hacer semejantes sacrificios, porque de tanta belleza en
la tierra vivían embellecidos, y sólo la belleza
bastaba para agradecerla con dolor. Para que cada día el
mundo despertara de su noche, prosiguiera su vida, había
que contribuir con el aprecio, con la gratitud y el holocausto
humano.

Todos los mañanas, arrodillados, con los ojos
cerca de la tierra, redescubrían el milagro de las cosas
creadas, ante aquellos dioses consumidos por el fuego. El hombre,
comprometido, se auto sacrificaba también como respuesta
de gratitud, sintiendo que ganaba el derecho de participar en la
vida (López. 1979).

El deseo de trascenderme más allá de la
muerte, los hizo concebir el mundo como una visión
creadora, interminable, donde los hombres (los mexicas),
concientes de su destino, habían de hacer obras
perdurables.

La inquietud por la muerte desencadenó todo su
amor por la vida:

Sólo venimos a dormir

Sólo venimos a soñar.

¡No es verdad, no es verdad

Que venimos a vivir en la tierra!

Como hierba en cada primavera

Nos vamos convirtiendo:

Está reverenciado, echa sus
brotes

Nuestro corazón.

Algunas flores produce nuestro
cuerpo

Y por allá queda marchito.

Me siento fuera de sentido,

Lloro, me aflijo y pienso,

Digo y recuerdo.

Oh, si nunca yo muriera,

Si nunca desapareciera…

¡Vaya yo donde no hay muerte,

Donde se alcanza victoria!

Oh, si nunca yo muriera,

Si nunca desapareciera…

En la tierra tan sólo

Es el bello cantar, la flor hermosa:

Es la riqueza nuestra, es nuestro
adorno:

Gocemos con ella. (Garibay, 1979).

En los aztecas convergen las dos formas de vida que
practicaron los pueblos de mesoamérica: la guerrera y
humanista; corrientes aparentemente contradictorias pero
que dentro de la mística eran el equilibrio, razón
suficiente que les permitió triunfar e imponer su cultura
en el amplio territorio en que florecieron tan diversos pueblos.
Cuando llegaron a la meseta central, con esa disposición
de forjar su identidad, se preocuparon por cimientos
filosóficos que "les dieran el rostro y el
corazón". Adoptaron así la doctrina humanista de
Quetzalcóatl, cuya ardiente vocación hacia la
trascendencia motivo a todo un pueblo a que con energía
vital tuvieran el propósito de trasfigurar la historia,
sobrepasando la individualidad, para así crear una
conciencia social y cultural renovadora.

Los preceptos y ejemplos de Quetzalcóatl,
trasmitido por la leyenda, se fraguaron en la propia experiencia
del pueblo mexica, que a su semejanza reprodujo la aventura del
hombre que se transforma en luz o en sol; éste fue el
compromiso de una tarea colosal de creación que
respondía a la búsqueda de la perfección
interior (López, 1979).

Por otro lado, la mística de servicio colectivo,
en aquella tarea de ser el pueblo rector para dialogar con los
dioses, siendo portadores de las ofrendas para agradecerles,
rogarles o apaciguarlos, los llevó a rendirle culto a
Tezcatlipoca y a Huitzilopochtli, dioses de la violencia, de la
guerra y de la esperanza por renacer. Tezcatlipoca, llamado el
sembrador de discordia en el cielo, en la tierra y en el
inframundo, movía guerras y enemistades; era dispensador
de riqueza y fama, y las quitaba cuando le placía.
Huitzilopochtli, representaba el sol, los sacrificios humanos y
la visión mística-guerrera de Tlacaelel, famoso
consejero de gobernantes, implantó a su pueblo.
Quizá todo ello fue para superar sus antiguas miserias,
castigar a los envidiosos hermanos y ganarse el favor de los
padres divinos. La Guerra Florida tenía como principal
objetivo ganar cautivos para ofrendarlos en sacrificio. De mayor
importancia fue el interés por crear una hegemonía
entre los pueblos (Díaz, 1992).

Para alcanzar tan altos objetivos, para alcanzar tan
altos objetivos, se llevo a los hombres a sentir la necesidad de
corresponder y cumplir con los preceptos dictados por los
dirigentes, tener gran claridad de pensamiento sobre sus valores
espirituales y materiales, y fortaleces su confianza para cumplir
su misión místico-guerrero. Este pensamiento
cristaliza en base a la moral. El humanismo emprendido iba en
búsqueda de su "rostro y corazón", que significa,
"la personalidad" bien cimentada y libre de dudas y miedos en su
desarrollo.

Forjar un espíritu popular requería de la
educación y, por ello, esa tarea tuvo primacía. Con
tales fines se creo, la Tlacahupahualiztli, una tabla de valores
y leyes, "el arte de educar a los hombres"

Bibliografía

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  • LEÓN Portilla Miguel. 1961. Los antiguos
    mexicanos a través de sus crónicas y cantares.
    Fondo de cultura Económica, México.

  • LEÓN Portilla Miguel. 1979. La
    filosofía náhuatl
    . Coloquios y doctrina
    cristiana. Con que los Doce Frailes de San Francisco enviados
    por el Papa Adriano Sexto y por el Emperador Carlos Quinto
    convirtieron a los indios de la Nueva Españya, en
    lengua mexicana y española
    . Rev. Mex. De Estudios
    Históricos. México.

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    DÍAZ Infante Fernando. 1979. Quetzalcóatl.
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  • TEZOMOC, C. 1961. P. 66. en: LEÓN Portilla
    Miguel. 1961. Los antiguos mexicanos a través de sus
    crónicas y cantares. Fondo de cultura
    Económica, México.

  • TORQUEMEDA. Cit. Por Castillo F. Victor M. p. 36.
    en: CASTILLO F. Víctor. 1972. Estructura
    económica de la sociedad mexica, según sus
    fuentes documentales. Universidad Nacional Autónoma de
    México- Instituto de Investigaciones
    Históricas. México.

 

 

Autor:

José Luis Villagrana
Zúñiga

Maestrante de la Unidad Académica de
Economía, Universidad Autónoma de Zacatecas.
Zacatecas, México.

2010-agosto-01.

[1] Esto conlleva una semejanza con el pueblo
de Israel, desde su salida de Egipto y su travesía por
el desierto.

Partes: 1, 2
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